Se me encoje el alma, mi corazón está triste, un escalofrío recorre todo mi cuerpo y vuelven de nuevo a mi memoria imágenes del 11 de Noviembre de 2004, cuando otro ataque terrorista me sorprendió en la estación de Atocha de Madrid, ahora estoy lejos del lugar de la masacre, cientos de kilómetros me separan de Barcelona, pero mi corazón está cerca de las victimas y sus familias.
Nada nos consuela, rabia, desesperación, miedo, confusión y un enorme dolor son solo algunas de nuestras primeras reacciones ante el sinsentido de estos asesinatos. Vidas truncadas, esperanzas perdidas, sufrimiento gratuito a cambio de nada. Todos somos vulnerables y potenciales objetos del odio de algunos.
Únicamente, quiero unirme a las victimas y sus familias y enviarles mi cariño y solidaridad. Ojalá esta sea la última vez que un suceso así nos sacude, lo deseo fervientemente, algún día lo lograremos.
«Que nada ni nadie nos atenace e impida que nuestra forma de vida siga».